Blanca
Berlín Galería
C/
Limón, 28 – Plaza Guardias de Corps
Madrid,
España
Inauguración:
14 de Abril de 2016 a las 20:00 h.
© Miguel Soler-Roig, Los pliegues en el tiempo
La galería Blanca Berlín
inaugura dos nuevas exposiciones, esta vez de forma simultánea, La ruina del
recuerdo de Miguel Soler-Roig y Oxidados de Fernando Manso.
Miguel
Soler-Roig. La ruina del recuerdo
Miguel Soler-Roig recibió
educación como diseñador gráfico y se ha visto influenciado por la Bauhaus y el
nuevo estilo tipográfico suizo. Estudió en la Escuela de Arte de Basilea.
Posteriormente completó un Master en Bellas Artes en Rhode Island School of
Design. Durante varios años ha estado viviendo y trabajando en Nueva York, y
después de su regreso a España, continuó sus estudios en fotografía,
completando un Master en Fotografía Artística en el Instituto Europeo de Diseño
de Madrid (IED), y numerosos talleres de fotografía internacionales. Algunos de
los centros más destacados donde ha mostrado su obra son: RISD Museum of Art,
Providence, EE.UU; American Institute of GraphicArts, Nueva York;
SchulefürGestaltung, Basilea; Festival PhotoEspaña, Madrid; IVAM, Valencia y el
Arsenal de Venecia.
“Recuerdo la luz del
mediodía. Siempre llegaba por el lado derecho del salón. Las tardes tenían un
tono cálido y eran largas debido a que la estancia estaba orientada hacia
poniente. Quizá por ese motivo mi sentido espacial es tan agudo. Memorias de
infancia que se proyectan en un espacio deshabitado con polvo acumulado durante
años.
Los domingos solían ser
verano, aun en el más frio invierno. El sol calentaba ese gran salón, como si
fuera un invernadero. Ahora parece frio, tan solo iluminado tenuemente por
rayos de luz que se cuelan por las persianas, bajadas pero dilatadas por el
paso del tiempo. En el espacio despojado de su nitidez reverberan los sonidos
del tocadiscos con ritmos de jazz de los años 50 y una dulce bossa nova de los
60, en especial de Stan Getz y Astrud Gilberto.
Siento una nostalgia
difuminada, tal vez porque fue mi casa a ratos. Un hogar interrumpido cuando
mis padres viajaban. Continuas mudanzas pasajeras a casa de mis abuelos. Sin
embargo, el retorno a ese lugar siempre era agradable.
Fueron temporadas salpicadas
durante muchos años. Tardes después del colegio y momentos de ensoñación
durante mi infancia y adolescencia. Un periodo lleno de vivencias marcadas por
cambios históricos y progresos de un país que estrenaba la democracia.
Habitaciones, pasillos y rincones testigos de otro tiempo pasado. Anhelos
detenidos en la memoria, retratados con la belleza de su vago recuerdo, como la
sombra de una sonrisa.
Volver otra vez significa
vivir brevemente lo lejano. Es una suerte regresar allí, aunque también supone
sufrir el triste desencanto de confrontar algo ya perdido, abandonado,
olvidado.”
Fernando
Manso. Oxidados
Cursando sus estudios en
EEUU se inicia en la fotografía analógica, que se convierte en su pasión.
Comienza trabajando en el departamento de fotografía profesional de Canon
España Después de pasar unos años en la
agencia publicitaria Contrapunto, en el año 1990 se independiza realizado
muchas de las grandes campañas publicitarias de este país, por las que recibió
importantes premios (Festival de Gráfica Publicitaria de Nueva York por la
campaña de Amnistía Internacional, Festival de San Sebastián, en FIAP -Feria
Internacional Artistas Publicitarios-, en el Certamen de Impresores Gráficos en
Londres por “Mejor Calendario”). Fue seleccionado por las prestigiosas revistas
internacionales: Archive y Communication Arts. Hace dos décadas decide dar el
salto de la fotografía publicitaria a la fotografía artística.
En 2009 le fue otorgado el
Premio Nacional de las Artes 2008, concedido por la Real Academia de la
Gastronomía.
Siempre utilizando una
cámara analógica de placas y con infinita paciencia, ofrece una visión
diferente, mágica y poética de la realidad. Manso es un observador respetuoso y
potenciador de su propia verdad minimalista, minucioso, romántico pero, sobre
todo, fotógrafo de la belleza.
“Soy un observador paciente
que recorre el mundo en busca de tesoros atemporales, de construcciones de
honda respiración, de inverosímiles situaciones de poética estática…
La exposición que presento
orbita en torno al devenir del tiempo, mostrándonos la huella que ha trazado en
unos coches que en su mejor momento fueron útiles y bellos, testigos de una
época siempre mejor, ahora oxidados y corroídos por el inclemente transcurrir
de la vida. Escondidos, descansan hoy en el plácido olvido, del que han sido
rescatados por la mi cámara de placas, ofreciendo imágenes de erosionada
belleza acentuada por la policromía de sus gastadas texturas.”
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