C/ Alameda, 9 MADRID
Desde el 29 de Noviembre de 2017 al 6 de Febrero de 2018
La Fábrica inauguró el 29 de
noviembre una selección de fotografías de la serie Nude de Imogen Cunningham
(1883, Portland, Oregon – 1976, San Francisco), una serie iniciada en 1906 con
un autorretrato, como ella misma cuenta: “mi primer desnudo fue un autorretrato
en el bosque, 1906, en el campus de la Universidad de Wahington. Lo preparé y
salté dentro, y eso fue todo”.
Imogen Cunningham, uno de los
grandes nombres de la fotografía del siglo XX, pone de manifiesto en su obra
algo aparentemente muy sencillo: el cuerpo de la mujer es un envoltorio más de
un ser humano.
La fotógrafa retrata el desnudo
de los cuerpos humanos mostrando el carácter atributivo que en realidad tiene
el despojo de la ropa y, figurativamente, de todo aquello que nos pesa,
condiciona y prejuzga.
En esta serie de fotos, la
supuesta vulnerabilidad vinculada al desnudo humano desaparece. Reacción que se
hace aún más obvia cuando los cuerpos que retrata Cunningham se incluyen en el
paisaje de la naturaleza abierta y libre. Sin disfraces, la fotógrafa
americana, capta con su cámara el cuerpo como la forma que tiene el ser humano
que lo habita.
Imogen realiza fotografías con
una mirada alejada de lo obsceno y de la cosificación. Consigue que el desnudo
deje de verse en negativo y que sea algo atributivo. Una mirada cercana a la
que tuvieron los griegos, quienes vinculaban la perfección al triunfo y la
excelencia moral que mostraban sus cuerpos. En definitiva Cunningham
protagoniza con esta serie una “búsqueda apasionada de la forma y la belleza”
como explica su nieta, Meg Partridge.
Pero quizá el aporte más
significativo de la manera de concebir el desnudo por parte de Cunningham es su
tratamiento transgénero, que supone un avance importantísimo en la historia de
la fotografía artística y del arte en sí mismo. El desnudo tiene mucho que ver
con el contexto y la intención, y la fotógrafa estadounidense supo revelar a
sus compañeros y al mundo que en el arte el cuerpo de la mujer no tiene por qué
ceñirse a sugerir sexualidad, representar divinidad o simbolizar procreación.
Imogen Cunningham pone de manifiesto en sus fotografías el valor y la belleza
del cuerpo en sí mismo.
Todo ello realizado con una
técnica y arte fotográfico notable, donde también entra en juego la relación
que mantenía con sus modelos, pues todos eran amigos o familiares, solo pagó a
una modelo al principio de su carrera. Como dice su nieta “muchas veces, fueron
los estudiantes de su clase, sus viejos amigos o las novias de los asistentes
fotográficos quienes fueron sujetos de los estudios de desnudos de Imogen”.
Sobre Imogen Cunningham
La infancia de Imogen Cunningham
transcurrió en una granja de Portland (Oregón), donde su padre -quien la llamó
Imogen por la heroína de la obra de teatro Cimbelino de Shakespeare- contribuyó
de manera decisiva a su educación, animándola a leer y a recibir clases de
arte. Imogen decidió ser fotógrafa en 1901, influenciada por la fotógrafa
norteamericana Gertrude Kasebier. En 1907 se graduó en Química en la
Universidad de Washington con una tesis sobre el proceso químico de la fotografía.
Tras trabajar como asistente en el estudio fotográfico de Edward Curtis, en
1909 se trasladó a Alemania para estudiar en la Technische Hochschule de
Dresde. A su regreso a Seattle abrió su propio estudio adquiriendo gran
popularidad por sus retratos, que expondría de forma individual en 1913 en la
Brooklyn Academy of Arts and Science y en 1914 en la colectiva An International
Exhibition of Pictorial Photography en Nueva York.
En 1915 contrajo matrimonio con
el artista Roi Partridge, con quien tendría tres hijos, y con quien se mudaría
a San Francisco en 1920. Dedicada a la vida familiar, tendría dos hijos más y
seguiría desarrollando su obra fotográfica en los límites del hogar. En 1929,
Edward Weston escogería 10 de sus fotografías para la exposición Film und Foto
en Stuttgart y en 1932 fundarían, junto a otros fotógrafos como Ansel Adams el
grupo f/64. Después de Vanity Fair publicase varias de sus fotografías de la
bailarina Martha Graham, se unió al staff de la revista, para la que retrató a
celebridades y figuras políticas como Cary Grant y Herbert Hoover entre 1933 y
1936. Tras separarse de su marido, en los años 40 desarrolló diversos trabajos
comerciales y de estudio y en 1945 fue invitada por Ansel Adams a unirse al
departamento de fotografía de la Escuela de Bellas Artes de California. Imogen
Cunningham seguiría trabajando como fotógrafa hasta poco antes de su muerte a
los 93 años.
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