Galería
Blanca Berlín
C/
Limón, 28 – Plaza Guardias de Corps
MADRID
Del
3 de Marzo al 9 de Abril 2016
Ayer se presentó en la
Galería Blanca Berlín la nueva exposición “Ramón Masats. Años 50”. En el acto
estuvo presente el autor, ganador del Premio Nacional de Fotografía en 2004 y del Premio PHotoEspaña
2014. Ramón Masats es un viejo conocido de la Galería, ya que su obra se ha expuesto
allí varias veces , pero en esta ocasión
la muestra se centra en sus primeros años como fotógrafo.
El fotógrafo, que señala a
Cartier Bresson como referente de su obra, comenzó a interesarse por la
fotografía en 1951, cuando estando
haciendo el servicio militar cayó en sus manos un ejemplar de la revista Arte Fotográfico. y desde entonces nos
ha estado mostrando en imágenes un retrato
de una época que regresa con fuerza a nuestras retinas cada vez que nos
asomamos al pasado de su obra.
Publio López Mondejar, fotógrafo,
fotohistoriador, periodista y académico de la Real Academia de Bellas Artes de
San Fernando, escribió sobre él:
“En 1957, a sus 26 años,
llega Ramón Masats a Madrid para dedicarse profesionalmente a la fotografía.
Como su paisano Josep Plá casi medio siglo antes, Masats traía de Barcelona
ecos de la vida lugareña y la sabiduría antigua de las gentes sencillas, hechas
al hábito del sacrificio y la incertidumbre. Y, al igual que el maestro
ampurdanés, llegaba a la capital pertrechado de un infrecuente sentido común,
un intuitivo recelo hacia todo tipo de verdad canonizada por la costumbre y una
aversión visceral por lo solemne, campanudo o pretendidamente artístico.
Una mirada que no convocaba
a la nostalgia, sino al gozo y al deslumbramiento visual. Indotado para la
metafísica, recelaba de la mediocridad de los que entonces pasaban por maestros
indiscutidos, aunque tampoco era fácil hallar una doctrina con la que pudiera
identificársele, al margen de la que tozudamente iba construyendo para sí mismo
con una determinación silenciosa y obstinada, atesorando, además, un sentido
más irónico que sarcástico y una profunda socarronería, sobre la que fue
construyendo ese carácter suyo, trasgresor e irreverente, que marcaría luego su
mejor fotografía.
En tan largos años de
profesión, lo único que no ha perdido Masats es su propensión a la misantropía
y su afición a la soledad y el apartamiento. No es sorprendente que haya sido
uno de los fotógrafos españoles menos frecuentados por expertos y galeristas.
No obstante, no ha podido sustraerse a algunas solicitudes, como la que le
llevó en 1999 a realizar una monumental exposición retrospectiva o
geroantológica, como él irónicamente gusta de repetir.
Atrincherado en su tozuda
obstinación, recibe los reconocimientos -en los últimos años se le van
acumulando: Premio Nacional de Fotografía, Premio de las Artes Plásticas de la
Comunidad de Madrid, Premio Bartolomé Ros…- con indulgente complacencia y
cierto regocijo socarrón.
Catalán en Madrid y
madrileño en Cataluña, este ciudadano del mundo que nunca busçó la fortuna o la
celebridad, sólo ambiciona ya, como su admirado Walter Benjamín, la gloria sin
la fama, la grandeza sin brillo y la dignidad sin sueldo. Aunque esto nunca se
sabe.”
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