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martes, 25 de septiembre de 2018

LUIGI GHIRRI. EL MAPA Y EL TERRITORIO


MUSEO  NACIONAL CENTRO DE ARTE REINA SOFÍA
Del 25 de septiembre de 2018 al 7 de enero de 2019


“Mi objetivo no es tanto hacer fotografías, sino hacer mapas y cartografías que a su vez se conviertan en fotografías.” Así describía Luigi Ghirri su visión del mundo que le rodeaba  y que plasmaba en sus imágenes.
                                                                                                       
El Museo Reina Sofía presenta la exposición El mapa y el territorio dedicada a Luigi Ghirri (Scandiano, 1943-1992), uno de los fotógrafos italianos más reconocidos. La muestra exhibe alrededor de 250 imágenes realizadas en los años 70, un periodo fundamental en la investigación fotográfica del artista. Organizada por el Museo Reina Sofía en colaboración con el Museum Folkwang de Essen y la galería Jeu de Paume de París, El mapa y el territorio supone la primera exposición que recoge un número significativo de obras de Ghirri organizada fuera de Italia, y cuenta con la colaboración del Instituto Italiano di Cultura di Madrid, y el apoyo de la Universitá degli Studi di Parma.
 

Ghirri decidió dedicarse plenamente a la fotografía en 1970, a la edad de 27 años. Antes trabajó como aparejador y topógrafo en la ciudad italiana de Módena y sus alrededores. Y fue sobre todo en esa zona donde desarrolló también su trabajo fotográfico. No le interesaban las grandes ciudades como Roma o Milán, llenas de turistas e influenciadas por una cultura ancestral.  Su experiencia previa de trabajar sobre el terreno, de medir el espacio, y de delimitar el territorio, tuvo un efecto duradero sobre su aproximación a la fotografía. Casi siempre retrató su objeto de interés de frente, evitando el drama, el movimiento y la emoción. No buscaba el momento de la acción, si no que ejercía un cierto distanciamiento de la escena.  Durante esa década tomó miles de fotografías, con las que cartografió los contornos cambiantes de la vida moderna en una Italia que vacilaba entre lo viejo y lo nuevo, y dio forma a una singular reflexión sobre el lenguaje fotográfico y su papel en la construcción de las identidades modernas.
 


Según sus propias palabras, la fotografía es una gran aventura por el mundo del pensamiento y la mirada (…) un viaje inacabable por lo grande y lo pequeño, por las variaciones, a través del reino de las ilusiones y las apariencias, un lugar de multitudes, laberíntico y especular. Ghirri trabajaba la mayor parte del tiempo en espacios exteriores, paseando por las calles de Módena, viajando en coche por los las zonas rurales cercanas, y visitando lugares de ocio como parques de atracciones y playas.

En un momento en el que la fotografía en color suscitaba recelos en los círculos artísticos predominantes por su proximidad a la fotografía popular y comercial, y la práctica fotográfica “seria” se hallaba dominada por el blanco y negro, Ghirri trabajó solo en color. Hago fotos en color, porque el mundo real es en color y porque el cine en color ya ha sido inventado, escribió. De igual modo, Ghirri que se inició en la fotografía como amateur, y fue siempre autodidacta, revelaba siempre sus películas en laboratorios comerciales, lo cual no estaba bien visto por dichos círculos que consideraban que el trabajo de un fotógrafo no acababa hasta que la imagen se reflejaba sobre el papel.  Él creó un corpus de imágenes en color sin paralelo en la Europa de la época, en palabras del comisario James Lingwood, y en el que ya se pueden captar las señales peculiares de un estilo conceptual, alejado del reportaje y de las miradas apocalípticas imperantes en el momento,  destinado a ser reconocible y apreciado.


Ghirri organizaba sus fotografías en grupos concretos a los que consideraba “obras abiertas”. Algunos concluyen en un año determinado y poseen una temática bien definida; otros son más difusos y abiertos, combinando fotos tomadas a lo largo de varios años y en distintos lugares, básicamente en Italia y, ocasionalmente, en Francia y en Suiza. Le fascinaban las representaciones del mundo en forma de reproducciones, fotografías, carteles, maquetas y mapas, y la manera en que estas representaciones estaban introducidas en el mundo, los signos dentro de la ciudad o el paisaje.  Al final toda su obra se convirtió en una única obra abierta.




La exposición “El mapa y el territorio” se articula en torno a  catorce conjuntos fotográficos, con proyectos tan significativos como Atlante (1973), con fotografías de páginas de un atlas; grupos más amplios como Diaframma 11, 1/125, luce naturale (1970-79), con imágenes en las que observan la forma en que las personas fotografían y son fotografiadas; o el paisaje de los signos en la Italia provincial en Italia Ailati y Vedute (1970-79).





Son muy pocas las fotografías tomadas por Ghirri en el interior de viviendas. Su territorio estaba fuera, en los espacios públicos de pueblos y ciudades. Una excepción la constituye su amplia serie fotográfica de primeros planos de la biblioteca de su casa de Módena llamada Identikit, y que sirve de epílogo de la exposición. Ghirri se convirtió en un lector voraz de filosofía, literatura e historia del arte y aficionado a la música clásica y contemporánea. Identikit es un autorretrato del artista mostrado a través de algunos de los libros, discos y objetos que conformaron sus ideas.


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