8 de Mayo a 5 de Julio del 2014
Centro de Arte Alcobendas
C/Mariano Sebastián Izuel 19
Alcobendas - Madrid
Es una pasión que surgió a los 15 años, durante sus veranos en Sevilla,
donde pasaba horas contemplando los rostros y los paisajes de las
fotografías antiguas de su familia, y de sus paseos a hacer recados, en
los que veía a la gente de la calle que le llamaba mucho la atención,
niños desarrapados o gente vestida de forma estrafalaria, imágenes que
se le quedaron en la cabeza y que le hicieron desear tener una cámara.
Pero por mucho que insistió a su madre, su deseo no se cumplió hasta los
22 años, momento en el que se compró una Braun Paxette alemana con un
objetivo fijo de 50 mm, por 1.250 pesetas de la época, un dinero que
consiguió ahorrando todos los meses, desde que empezó a trabajar, una
parte del sueldo que ganaba.
Una pasión que no hubo desaparecido con el paso del tiempo, y que pudo
desarrollar con mayor libertad cuando se compró su primer SEAT 600, allá
por el año 1962, lo que le permitía salir de Madrid a recorrer los
pueblos de España, desde Galicia a Almería, de Extremadura a Castilla:
cualquier sitio valía para llevar a cabo lo que él mismo llamaba
“documentalismo de fin semana”. En estos pueblos encontraba gente amable
y que no se enfadaba porque le hicieran una foto: eran lugares donde
pasaban cosas continuamente, una mina para su trabajo antropológico.
Precursor del documentalismo, ha sabido reflejar, como nadie, el
carácter y la diversidad cultural de nuestro país, con trabajos tan
reconocidos como A Rapa das Bestas (Pontevedra), Bercianos de Aliste
(Zamora), la Caballada de Atienza (Guadalajara) o Auto Sacramental de
Camuñas (Toledo), reportajes recogidos por otros fotógrafos como
Cristóbal Hara o Cristina García Rodero, quienes le consideran su
maestro.
Y oficio, porque su dedicación, desde sus inicios hasta hoy, ha sido
plena, y en todos los ámbitos. Al poco tiempo de empezar, y en la misma
tienda donde se compró su primera cámara, preguntó al encargado qué
hacía falta para revelar y, así, sin más, aprendió a revelar él solo,
algo que ha continuado haciendo hasta que el deterioro visual no se lo
ha permitido. La fama de maestro en el cuarto oscuro le ha precedido
siempre, y nunca ha intentado guardar estos conocimientos para sí mismo;
al contrario, no tiene ningún inconveniente en trasmitirlos, llegando
incluso a indicar, en algunas de las tiendas de fotografía más
reconocidas de Madrid, que podían facilitar su contacto si algún
fotógrafo aparecía desesperado con problemas técnicos a la hora de
tratar las imágenes. En palabras del propio Sanz Lobato, “incluso
perdiendo la vista hago mejores copias que hace 15 años, porque es una
cuestión de oficio”.
Es un defensor férreo del blanco y negro, con el que obtiene un color
especial y una de las tonalidades más extraordinarias que ha dado la
fotografía, algo que podremos comprobar personalmente en esta muestra,
en la que repasamos la trayectoria en sesenta imágenes de los trabajos
documentales, bodegones y retratos de este Premio Nacional de
Fotografía.
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